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Todos somos Huachipato

Tomás Sanchez V. Autor de “Public Inc.”, investigador asociado de Horizontal

Por: Tomás Sanchez V. | Publicado: Jueves 4 de abril de 2024 a las 04:00 hrs.
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Tomás Sanchez V.

En forma consistente, año tras año durante la última década las proyecciones sobre el crecimiento y productividad de Chile empeoran. Sin embargo, la discusión pública sigue anclada en la contingencia y el corto plazo, mientras nuestra estructura productiva y capacidad de crecer continúa su deterioro. Toda promesa de campaña o frase política grandilocuente se muestra vacía, mientras nuestro crecimiento siga dependiendo de la inmigración y el precio del cobre.

El reciente anuncio del cierre de Huachipato ha causado conmoción. Sin embargo, pareciera que somos incapaces de ver más allá de nuestras narices. Hablamos de los costos de producción de China en torno a un par de productos, pero obviamos nuestra de falta competitividad transversal. En forma correcta constatamos que subsidiar Huachipato es un costo de pagaríamos todos, pero omitimos los aspectos estratégicos de que nuestra industria minera dependa de pocos proveedores en un país con quienes no tenemos capacidad negociadora alguna. A su vez, no hablamos de cómo llegamos a este lugar. ¿Cómo es que un país minero sólo es capaz de exportar minerales, pero no minería?

“Al mundo no le importa que la política de Chile sea mediocre. Ojalá en este año de elecciones los ciudadanos les recuerden a los políticos que es urgente subir el nivel de la conversación para no empezar a empobrecernos”.

El último informe sobre productividad y crecimiento potencial del Observatorio del Contexto económico de la Universidad Diego Portales ilustra el punto con claridad. En 2013 la proyección de crecimiento era un 4,5% para los siguientes cinco años, mientras en 2021 esa cifra era 2.2%, según el World Economic Outlook del Banco Mundial. En paralelo, el Comité Consultivo para el PIB tendencial estimaba que la Productividad Total de los Factores aumentaría un 0.7% en los siguientes cinco años, sin embargo, año tras año ha ido ajustando a la baja su estimación, llegando a proyectar un disminución de un 0.2% en 2021. Es decir, nuestra capacidad de crecer y generar prosperidad ha disminuido.

El sueño de ser un país desarrollado estuvo más cerca una década atrás que hoy. El 2013 el ingreso per cápita de Chile corregido por paridad del poder de compra era un 49% del promedio de los países desarrollados y un 41% de Estados Unidos. Una década después, esas comparaciones han caído a 46% y 38% respectivamente. Dentro de los países de la OCDE, Chile es el colista en cuanto a proyecciones de crecimiento anual de PIB potencial con un 1.6%, mientras Israel lidera con 3.9%, seguido de Irlanda con 3%.

Buscando explicaciones a estos números macro los autores del informe exploran áreas como educación, innovación, instituciones, eficiencia de mercados, infraestructura e instituciones. En resumen, el desempeño de nuestro país durante las últimas décadas es paupérrimo en todas las dimensiones.

Al mundo no le importa que la política de Chile sea mediocre y la capacidad de acordar una estrategia como país sea nula. Por lo mismo, todos somos Huachipato en un país sin rumbo en un mundo con nuevos equilibrios geopolíticos, con una temperatura planetaria de 1.45 grados por sobre niveles preindustriales, con tasas de natalidad decrecientes; uno donde la Inteligencia Artificial nos recuerda que nuestro sistema educacional fue diseñado para un mundo sin Internet. La promesa de prosperidad que hacen izquierdas y derechas es hipócrita, cuando no abordan concretamente cómo responder a la evolución del mercado que paga sueldos e impuestos.

Ojalá en este año de elecciones los ciudadanos les recuerden a los políticos que es urgente subir el nivel de la conversación para no empezar a empobrecernos, dado que simplemente no existe una propuesta estructuralmente relevante para que nos vaya mejor.

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